miércoles, 26 de noviembre de 2008

SIN RAÍCES




Hoy es un día aciago.



La casa está llena de quietud, lo que alborota más mis afectos. A lo lejos, escucho la pequeña cascada de la pecera que cae. También, por la ventana, observo como el sol comienza a ocultarse, solo existe éste largo y quieto presente.



Mi perra se ha tumbado a mi lado, como cada tarde, a dormitar mientras esperamos que acabe el día: ella espera su paseo diario, yo solo espero, no sé bien que. La realidad es que cualquier señal me alentaría a salir de éste destino.



Verte, escucharte, cualquier cosa que rompiera éste monótono silencio que me has impuesto, cualquier cosa, ¡que fueras como los niños irrumpen y que alborotan la casa silenciosa de los abuelos al llegar!.



Recuerdo a mi abuela, cuanto la extraño desde que murió. Ahí sentadas las dos en su casa, el silencio era hermoso.



Recuerdo la casa de mis abuelos, con ése gran calentador de gas encendido en invierno, producía un olor tan peculiar. He soñado tantas veces que estoy de nuevo en ésa casa, que ellos siguen ahí, que el tiempo se ha detenido.



El teléfono suena y no corro a responder: no me importa demasiado.



Pero éste silencio se ha alargado tanto ya…sigiloso el día parece querer ser mas de lo que prometía.



Hace rato estoy plantada, casi con raíces a una esperanza. Me recuerda, cuando en el colegio, nos dejaban, como proyecto sembrar un frijol debajo de un algodón y humedecerlo cada día, ponerlo al sol. De pronto un buen día, allí estaba esa especie de plantita que crecería en el frasco. La raíz estaba ahí, pero en cualquier momento podía quitársele, porque no estaba agarrada a nada.



Como yo, hoy.



Que frio ha hecho estos días. Cuantas veces he imaginado que dormimos abrazados al anochecer y al amanecer, y así, en un eterno presente, como el de hoy, pero a color, porque ésta tarde todo es blanco y negro, con un poco de azul en el cielo, y mucho gris.



Muchas hojas han comenzado a caer en el jardín. Los pájaros cantan: pi pichi-pichi…despiden, terminan, y a la vez anuncian, son un signo.



Hay muchos signos, ninguno de ti. Todos míos, quizá es que los signos solo se descubren sin buscarlos.



Sola, asisto al espectáculo del olvido.



Si, que frio, vas y vienes sin mi, te imagino cada hora haciendo lo conducente, y me gusta imaginarte, me parece que te acompaño cuando caminas por ahí, como me gusta imaginarte y adivinar que harás, como me llena los ojos de lágrimas y el corazón de alegría. Porque ni siquiera recuerdas que soy la que te espera sin raíces.



Busco desasosegada mente una página en internet, por si acaso alguien te tomó una fotografía desprevenida y ahí surgieras, cualquier noticia, cualquiera, cualquier signo, pero nada.



De pronto me invade una ternura por mi misma, hacia mi candidez, me doy un poco de consuelo, como una madre le da a una hija que desilusionada, y sin entender, pregunta porque no encuentra rastros de alguien muy querido.



Solo no está, no, porque las explicaciones no ayudarían en nada.



No hay más.



Tiernamente espero que cada día, mis raíces sigan sin agarrarse a nada.

No hay comentarios: