domingo, 17 de octubre de 2010

¡CUIC CUIC ZAZ!


Ideé un cuentito mientras regaba el jardín ésta noche, y mientras recordaba a alguien y me recordaba a mí misma...

Érase una vez una orquídea, blanca con motas lilas, casi imperceptibles...

Un dia, una mariposa amarilla volaba de flor en flor y se posó en la orquídea, era suave.

También caminaba por el terregal recién humedecido un gusano, café y gris, pequeño pero enemistoso de la vida. Trepó la raíz de la orquídea y subió por sus hojas jugosas, llenas de pequeñísimos pelillos, casi como de terciopelo.
Devoraba una hoja cada noche, y, por el día, se animaba a seguir acabando con las hojas de la orquídea que se veía a sí misma amenazada sin motivo, ella solo quería ser bella y amistosa, ella solo era quien era.

Una mañana, una niña caminaba y vió las hojas orquidáceas llenas de agüjeritos: sabía que era obra de gusano. Decidió regresar mas tarde.

La mariposa amarilla estaba cansada y se sentó un rato sobre la orquídea que era tan suave. Ése dia la niña llegó con unas pinzas y cortó la orquídea, la mariposa voló apresurada antes de que sucediera aquello.



Cuic cuic, zaz.

Para mala suerte del gusano pastoso, quien para entonces ya estaba gordo y mas narizón, la niña también cortó las hojas y lo arrojó fuera de aquel vasto terruño.

Ahora tenemos: una orquídea en un cristal, una mariposa que vuela y un gusano que vuelve a buscar.

Y colorín colorado, cada quien ya se la ha jugado.


P.D : Hoy, la mariposa revolotea, revoltosa.