miércoles, 26 de noviembre de 2008

LA IDENTIDAD FATAL DEL ENAMORADO


Hoy me dejé sepultar por las horas, era yo, metida en un reloj de arena, entre dunas, en un embudo de cristal...


Ya me había dejado matar el dia anterior en una llamada.Él hablaba, yo moría, él entristecía, se confundía, se iba a un lugar que no era el de su voz, un poco hacia allá y venía un poco hacia mi...todo era una ilusión.


Desperté tarde, desubicada y con desgano. Recordé que dijo que llamaría: no lo hará, pensé.Pero en aquel lugar llamado inconsciente, dónde el único amo es el deseo, deseaba que llamara ésta vez...y ocuparia ésa habitación el dia completo...


Por éso estuve todo el día caminando sin caminar por toda la casa, quien, silenciosa, parecía detenida en el tiempo, acompañando mi estática conciencia.Me sepulté con las horas de éste dia, no me daba la gana hablar mucho conmigo misma, despúes de todo ¿que me podría decir? ¿Que monologo era posible?


Pero ésta vez, él, había acertado a enunciar una verdad, dijo: no me comprometo...con fastidio, y reprobándose a sí mismo, como quien ha resultado ser un mal compañero de viaje, incluso para él mismo, y se encuentra solo en medio de la nada...con el transporte averiado.


Las horas fueron pesadas hoy, el aire, no tanto. Miré el reloj de vez en vez, a las dos en punto sabía que no me llamaría, lo pensé con cierta aceptación dolorienta.


Soy como aquel bebé, en un experimento, con una madre lejana, que aunque ella entre y salga de la habitación, solo la mira por un breve momento. Demuestra que no hay apego, porque no es seguro tenerlo..


Sin mas alegorias ayer me dejé matar por gusto, y, luego de éso, una se asume menos como víctima y más como sujeto...Pero el sujeto amoroso siempre tendrá la identidad fatal: "yo soy el (la) que espera"

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