martes, 7 de agosto de 2018

Cine Clú

CINECLUB

Llegué tarde. Había unas 10 personas esperando que se vendieran los boletos, incluído el muchacho que hace una hora me había ayudado a entender como y a que hora lo hacían, en un país extraño y estando sola, una duda de si cada procedimiento cotidiano, como ir al cine, es el mismo, que el que conoce, ya me daría cuenta de que no era así, de muchas otras maneras, recuerdo, por ejemplo, aquella de llegar a la aduana antes de pisar Argentina.

Unas cuatro mesitas al fondo del local, que más bien era la habitacón de un edifico antigüo, habilitado como un lobby, una pequeña cafetería, minúscula, nunca ví algo igual, tomando en cuenta que ésto era un cinema, por un momento pensé en tomar un café durante la espera, pero eliminé la idea de inmediato, estoy hecha en grandes espacios, lugares dónde puedas pasar incógnita, no, definitivamente tenía que salir, me miraban de manera muy extraña, y una, cuando no está en su país, se pone un poco paranoica, éso lo pude comprobar en varias ocasiones, fuera de casa, estamos vulnerables, anhelamos casa, pero también deseamos con toda fuerza vivir aventuras lejos de ella. Así en la vida.

El ambiente era demasiado para una chilanga acostumbrada a grandes espacios y a la dinámica propia de ellos, así que salí a la calle sólo para darme cuenta de que ya estaban vendiendo las entradas, maldición, pensé, yo y mis enormes monólogos, de cualquier modo, fué un alivio. Entré y por nada me vuelvo a machucar los dedos con ésa perilla de la entrada.

Me formé en la fila y esperé con temor de cometer un error ridículo, así que me fijé en el procedimiento de las personas delante de mí, para pedir su entrada, sin novedad, parece que en Argentina se venden y compran boletos igual que en México. No contaba con que llegado el momento, iba a tener que usar señas y palabras, pues había olvidado que desde mi llegada no hablábamos el mismo español, yo no les entendía sino hasta que me repetían la frase, ellos a mi tampoco. Pero no hay mayor problema, una sobrevive a ésas cosas durante los viajes, y terminas como siendo parte del mismo lenguaje, sea dónde sea.

La sala cómoda, se accede a ella entrando por una habitación llena de espejos y fotografías, que parecen el preámbulo de algo, y si debía suceder más me valía elegir un asiento, lo hago.

Mientras avanza la película pienso que ahora soy una mexicana viendo una película argentina entre argentinos en un mundo argentino, y sin embargo, una espectadora también, no una más, justo como el protagonista de la película, un chico que se debe emigrar hacia Estados Unidos.

Ser es existencia, estar es permanencia.

Me lleno de emociones, la trama me atrapa, y el nombre del personaje central me hace sacar una que otra lágrima, que contengo, sé no tienen nada que ver con la trama. sino con el guíon que la vida me está escribiendo por éstos días en Córdoba: ¡Cámara, acción! Heme aquí.

N. el personaje de la película.

Elizabeth la que la vé metida por un momento en otra historia, como un descanso a en la que me encontraba viviendo en aquel día. 

Escribía cuando no lograba perderme en alguna otra cosa, escribía sobre mi propia historia por ésos días. 

Ésta es sólo una nota de muchas más
También me gusta escribir mientras viajo. 

Escritura es cura, y yo amo el cine más que a nada en el mundo.

Muchas cosas salvan y redimen.













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